Por Federico Bagnato
Todo lo que hicimos y lo que haremos volverá a repetirse una y otra vez. Y otra vez, y otra vez. Incansablemente hasta la eternidad. Pero en la eternidad no hay tiempo. El tiempo lo inventó la muerte para acabar con la rutina. Y esos chicos volverán a estar en la misma habitación. El pegándole a ella y ella pensando que está bien, que es lo que se merece. Y cuando alguien los rescate, porque debe rescatarse de esa situación a un chico que tiene 8 años, el retardo mental del acto quedará para siempre. Porque ella no va a dejar de ver las cicatrices en su cara nunca más. Y él jamás olvidará el reformatorio y la sociedad apuntándole con el dedo. Y va a desear morir, como ella deseará no volver a ver nunca más a ningún hombre. Y cuando pase suficiente tiempo estarán muertos. Pero todo volverá a empezar, otra vez. Para repetirse en el tiempo de la muerte y resignarse a la idea de que todo será igual. Que las calles son las mismas tanto como el aroma a jazmín o las personas que atraviesan la plaza. Es la sensación de haber vivido antes, de ponerle la impronta a una muerte que no agota el ciclo; del deseo de la eternidad, la palabra famosa para los escritores, psicólogos, filósofos y guionistas que endulzan el oído de los que se portaron mal y quieren la expiación de cualquier forma.
Y la angustia de trascender el criterio optimista-pesimista llevó a Gregorio a ese sótano, porque alguien tuvo un sótano en su casa muchos años antes. Y él también lo tiene ahora. Y gracias a las películas, a los psicólogos y a las historias de pasillo, se encuentra con su vecina para martillarle la cabeza y querer meterle ideas imposibles de concebir. Porque fracasa cuando quiere convencerla de que él está cumpliendo un mandato divino de sus ancestros y que ella debe sufrir. Y le dice que lo acepte, que él la va a tratar bien y que de todas formas es algo que tiene que pasar. ¡Y qué mejor que conmigo!, piensa. Pero también sabe que recibirá su castigo, como un tío lejano de Europa que fue colgado en la época de Mardoqueo cuando le llegó la muerte mientras hablaba de eternidad en el círculo plano de levantarse, vestirse y hacerse cargo de Ester como parte de su rutina.